Miguel nunca dejó de jugar. Lo hacía con ahínco de pequeño, cuando preparaba elaborados guiones para interpretar con sus amigos épicos escenanos de aventura o al bosquejar diseños de posibles juegos de mesa. Con el tiempo, Miguel se fue convirtiendo en un conocedor de la historia del juego, por lo que intentaba siempre descubrir juegos poco conocidos en su medio, que había descubierto en algún viaje. Para él, un juego tradicional era un tesoro.
Miguel no era muy salidero o fiestero. Su idea de encuentro y diversión era menos bochinchera. Le gustaba rodearse de amigos cercanos alrededor de un tablero y competir sanamente. Un día, al entrar a la cafetería Alegra en GO Quito Hotel, descubrió que en el patio había un Juego del Sapo. Le pareció el plan perfecto para carnaval.
Descubriendo el Juego del Sapo en GO Quito Hotel.
Miguel sabía que en estos tiempos, el Juego del Sapo puede ser tan raro de encontrar como una mesa clásica de futbolín o un tablero de dardos: el diseño artesanal, la madera y, por sobre todo, el recuerdo de sus abuelos compitiendo por horas en una vieja casona de Guaranda. Se trata de un juego de otros tiempos, una tradición de precisión donde el objetivo es introducir cuántas fichas (o argollas metálicas) se pueda en los agujeros alrededor de un boquiabierto sapo metálico. Según la leyenda, este juego fue inventado para entretener a la realeza inca. ¿Por qué un sapo? Porque se pensaba que este animal gozaba de poder mágicos y que podía conceder deseos.
Recordando tradiciones carnavaleras.
Para sus planes de carnaval, Miguel prefería rendir tributo a sus abuelos guarandeños jugando al sapo que lanzándose espuma, talco o huevos —una tradición carnavalera que, de todas maneras, recordaba con cariño. Guardaba recuerdos muy lindos del Carnaval de Guaranda, una de las fiestas más grandes del Ecuador y un evento que ha hecho a la ciudad de los Andes famosa. Tanto, que en 1999 fue declarado patrimonio cultural del Ecuador. Miguel prefería jugar pero no olvidaba las comparsas previas, los bailes tradicionales y hasta el aguardiente Pájaro Azul que sus abuelos saboreaban con picardía.
La Chiva Don Otto en Alegra.
Al reunirse con sus amigos más cercanos para el Carnaval también podía pasar tiempo en la Chiva Don Otto, otro elemento del patio de Alegra. Hace años había sido un camión maderero cuyo dueño descargaba la madera de noche para volver a subirla en la madrugada, como si el peso le impidiera dormir al viejo transporte. Ese cuidado se sentía en cada esquina. Ahora era una de las guaridas del hotel, un espacio más íntimo restaurado con interiores recubiertos de madera, donde Miguel y sus amigos podían sentarse después de jugar. Miguel disfrutaba del olor a madera y, dentro de la Chiva, recordaba los recorridos en bus que hacían hasta Guaranda para visitar a sus abuelos.
Se sentó un rato adentro mientras sus amigos terminaban una partida del Sapo. Sintió el cuero de los asientos revestidos y la madera que cubría las paredes. Encuentros así, para jugar, lo trasladaban al carnaval y sus historias familiares. Los encuentros así, para jugar, lo hacían feliz.
Te invitamos a celebrar con nosotros el carnaval en Alegra Cafetería en GO Quito Hotel.
