Imagina una cena para dos frente al imponente macizo de los Pichinchas –el inactivo Ruco Pichincha y el Guagua Pichincha– y la ciudad de Quito desplegada ante ti y tu pareja. En San Valentín, podrías sentarte en un mirador dinámico y elegante para contemplar el matiz rojizo del cielo, que al atardecer contrasta con el azul marino del frondoso volcán. Esa composición típica de Quito, una ciudad construida a más de 2800 metros sobre el nivel del mar, es el telón de fondo ideal para una historia de amor. Por supuesto, cenar así es un gran plan de San Valentín.
Quito, una ciudad rodeada de montañas y cerros.
Quito es una ciudad propicia para el romance. Rodeada de montañas y cerros, su alargada forma de norte a sur es única. Es como un punto de encuentro entre el cielo y la tierra: nublada y llena de color a la vez. Y, en efecto, es un punto de encuentro entre las distintas regiones del Ecuador. A pesar de su altura, se encuentra a unas horas de la Costa al oeste y de la Amazonía, al este. Su ubicación geográfica define su cultura en cada detalle. Por ejemplo, uno de los desayunos más típicos de Quito es el encebollado, un famoso plato costeño.
El misticismo de la comida ecuatoriana.
La comida de Quito es un reflejo de ese misticismo. Ahora vuelve a imaginarte ahí, en pleno atardecer, pero con una entrada de pulpo grillado, cocido al estilo griego. O sino, para abrir el apetito, con filete de pesca marinada con maracuyá, una deliciosa fruta muy popular en Ecuador. Y para después, lomo de res acompañada de finos pickles y teriyaki de mortiño, otro producto típico de la Sierra. Imagina compartir bocados de tu plato con esa persona que te gusta. Y brindar por la noche y por la hermosa ciudad a su alrededor.
Todo empieza aquí.
Son incontables las historias de amor en Quito. Ha sido habitada desde antes de 1030 a.C, cuando era lo que ahora se describe como la Confederación de los quitus. Luego fue territorio inca y, finalmente, fue convertida en ciudad del imperio español. Toda esa historia se escurre por la urbe de hoy, en sus esquinas, tejados y susurros. Por supuesto, también está presente en los postres que comparten los enamorados, como el cremoso de pulpa blanca de chirimoya con núcleo de fresas de temporada. Imagínate ahí, ante la naturaleza del Pichincha, la historia de Quito y la mirada de esa persona especial.